¿Para qué?. Parabenos

A pesar de controlar las obras que aún siguen en el nido, mi cónyuge tiene todavía tiempo para fiscalizar mis actividades y anda dándome la brasa para que escriba una entrada en torno a los diferentes preparados detergentes en forma de gel que empleamos en la vida diaria. Intuyo que cuando lo haga le voy a dar un disgusto, porque ser una adicta a los body-shops y similares y comprobar que casi todo lo que compra es composicionalmente muy parecido no le va a cuadrar con su innata exquisitez. Así que voy dejando pasar el tiempo aunque, a la chita callando, sigo recopilando material, no vaya a ser que se me enfade y las obras acaben en divorcio (algo que me han dicho que no suele ser extraño).
Y la búsqueda de los constituyentes de geles y otros cosméticos me ha llevado a un componente del que tenía información guardada desde hace tiempo: los parabenos o parabenes (parabens en inglés. Como siempre, a la hora de traducir, ha habido sus más y sus menos). En cualquier etiqueta de un producto cosmético vereis que aparecen nombres como metilparaben, propilparaben o butilparaben. Son sustancias que se adicionan contra la acción de determinados microorganismos en este tipo de preparados que, en tanto que ricos en agua además de en otras sustancias como aceites, carbohidratos, minerales y proteínas, son un excelente caldo de cultivo para cualquier tipo de bichito. De forma y manera que, sin la presencia de estos preservantes, nuestra "armada" cosmética empezaría, como mínimo, a presentar un aspecto mugriento y maloliente, inapropiado para gente fina como los lectores de este Blog.
En el año 2004, un artículo publicado en la revista Journal of Applied Toxicology relacionaba los parabenos contenidos en los sprays y cremas desodorantes con el cáncer de mama. Y bastó ese artículo para que nuestros parabenos fueran incluídos en la lista negra de las dioxinas, bisfenoles, furanos, PVC, hidrocarburos aromáticos y similares. Basta ahora poner paraben en Google y casi todo lo que sale tiene que ver o bien con ese potencial peligro o con propaganda parecida a la que aparece al inicio de la entrada. El paraben free o libre de parabenos es una buena herramienta de marketing para vender una cosmética "natural".
Químicamente, los parabenos son ésteres del ácido para-hidroxibenzoíco y se emplean en concentraciones que, rara vez, superan el 0.5-1% del preparado que sea. Algunos de estos ésteres, como el metil paraben, se encuentran en productos naturales como las fresas que nos comemos, aunque los parabenos que se emplean en cosmética se sintetizan en su casi totalidad. Y ese origen "maligno" no es que le ayude precisamente en esta bronca.
Lo primero que quiero apuntar al respecto, de cosecha propia, es que el debate científico está abierto y he visto, por ejemplo, estudios realizados por la Dirección General de Salud y Protección del Consumidor de la Comisión Europea (en 2005) o la propia FDA americana (2007), que no avalaban las tesis del trabajo arriba mencionado. También es verdad que, mucho más recientemente, en diciembre de 2009, la propia Comisión Europea ha echado a andar un estudio sobre los llamados cocktails químicos, en los que se trata de establecer la peligrosidad de la múltiple concurrencia de más de un producto químico en nuestra salud. Loable pretensión porque ya se sabe que, en muchos sistemas, el reduccionismo no es la mejor herramienta y cuando uno contempla colectivos de muchas partículas o componentes, lo normal es que empiecen a aparecer propiedades emergentes que no son directamente deducibles de las de los componentes puros. Y, desgraciadamente otra vez, entre los componentes de esos cocktails aparecen los parabenos. Así que dejemos trabajar a los profesionales y ya veremos las conclusiones.
Lo que es cierto también es que no es posible vender, de forma segura, la diversidad de cosméticos que se venden, sin algún tipo de preservantes que asegure su distribución y conservación, sin riesgo de una proliferación incontrolada de microorganismos. Sin la presencia de esos medios preservantes muchos de los cosméticos se convertirían en una verdadera herramienta de propagación de pseudomonas, bacterias fecales y todo tipo de agentes infecciosos.
Y, finalmente, es necesario aclarar que las alternativas naturales a los parabenos, de las que la red está llena, dejan mucho que desear y, a veces, rozan la picaresca o la falacia. Y así, hay empresas que venden productos libres de parabenos que, como sustitutivos, emplean aceites esenciales de determinadas plantas como preservantes. Aunque es cierto que los aceites esenciales de cosas como el clavo, el romero, o incluso el té, tienen acciones fungicidas y antimicrobianas, lo cierto es que para que hagan su efecto a largo plazo se necesitan concentraciones mucho más altas que las de los parabenos. Y no me consta que alguien se haya dedicado a verificar la inocuidad de tales concentraciones.
La alternativa que más adeptos ha tenido es la que vende el zumo de uva como preservante de los productos cosméticos. La verdad es bastante distinta. Los preservantes de ese tipo no son a base del propio zumo sino de la pulpa de las uvas, un subproducto abundante y barato y que, trás una serie de operaciones físicas y químicas, transforman los derivados fenólicos contenidos en ella en nuevos compuestos dotados de grupos que los químicos llamamos amino cuaternarios. Conocido lo cual, que cada uno saque sus consecuencias.
Pero a pesar de su eficacia, tradición y precio, yo vislumbro un negro futuro a los parabenos. Porque la industria química no quiere líos y andan ya los grandes del sector (empresas como Rhodia, Clariant o Thor) investigando nuevos sistemas protectores contra el desarrollo de microorganismos en los cosméticos, por ejemplo manejando el pH del producto. Y, tarde o temprano, darán con algo tan eficaz o más que los parabenos y que se pueda vender al consumidor hipersensibilizado con una etiqueta más "natural". Las pelas son las pelas, my friend.....